Hola a todos,
A los que vais por Cruce a menudo os puede interesar. Ayer nuestra amiga Salomé Ramírez me llamó para decirme que sólo se podía entrar en Cruce mediante pértiga y que la calle Dr. Fourquet estaba sufriendo el paso de lo que el amigo Eugenio Castro llama Juggernaut, el coche de gama alta e ínfimos intereses en el que viajan Moloch y su Goecia (término que me ha enseñado el amigo Carlos Valdés). En suma, la calle está sufriendo una de esas reformas que nuestros pestiles (es decir, ediles) utilizan para dar la sensación de que nos dan algo, cuando, como decía hoy el amigo Alfredo Igualador, no significa sino dar por culo). Parece que los vecinos de la finca, que seguro que son los elegidos por el alcalde, al que prefiero no mentar, en las convocatorias de subvenciones de Matadero, Intermedia y el Tío de la bota, justificaban la medida porque «ahí nunca está Nadie»: respuesta semejante a la utilizada por Ulises frente al cíclope Polifemo. Es decir, somos Nadie. Cuando he llegado a Cruce esta tarde de viernes, nuestra Mme-la-président, Mariví Gimbel, se encontraba con la amiga Eva Trigo en situación insular, es decir, que el socavón que mediaba entre el adentro de Cruce y su afuera era realmente más insalvable que nunca. Las llamadas a la autoridad uniformada habían resultado hasta el momento inútiles y el portero de la finca, don Venancio, recomendaba lo que los sajones llaman DIY: do it yourself, o hágaselo usted mismo. Típica solución hispana ante el abandono y dejación de nuestros poderes que alumbró el género de la picaresca y todo un carácter patrio. Un espontáneo que pasaba casualmente, a la sazón amigo del amigo Fernando Carbonell (al que manda recuerdos y saludos: un chico joven de pelo corto, delgado y barbita que no se ha identificado) ha dicho: «¡Anda, esto es Cruce, ¿no?» y ha colaborado con el que esto suscribe en la maniobra de entablamiento y levantamiento de una superficie horizontal y transitable, evidencia de la fragilidad de esa relacion adentro-afuera antes referida. La autoridad uniformada, como siempre, ha llegado tarde y ha evidenciado y manifestado la vergüenza de la situación, comprometiéndose a dar parte (bella palabra del argot policial) y hacer todo lo posible para embellecer la precaria construcción erigida. Eso sí, no sin dejar de poner un rictus de desconfianza hacia sus propias palabras: también ellos son humanos, me he dicho en mi interior. En fin, se recomienda que mientras que Moloch instale sus cañerías en la calle Dr. Fourquet para que transiten sus heces, sus gases y nuestras conversaciones telefónicas, andéis con cuidado para entrar en la isla-Cruce, antes península, pero actualmente en situación de separación del continente.
Salud y un abrazo para todos,
Jorge Cano