A la memoria de Eugenio Trías

Eugenio Trías, vinculado filosófica y personalmente a Cruce y muchos de sus socios, falleció ayer. Huelga decir que ha sido una de las figuras más importantes del pensamiento español de las últimas décadas. Algunos de los socios han sido y serán alumnos y amigos eternos de este gran pensador.

Os animamos, como lo han hecho algunos de nuestros socios, a expresaros bien a través del blog o a través del correo.

A la memoria de Eugenio Trías, maestro

Por Jorge Alemán

http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-213640-2013-02-11.html

Lo vi en la Boca por primera vez, un catalán extraviado en un barrio porteño. Ya tenía claro que lo importante no era la Filosofía en su Historia, sino aquello que la interpela desde el exterior: la sombra, lo siniestro, el Límite, el psicoanálisis, el cine, la música. Escribo el Límite con mayúscula porque con esa noción captó una fractura ontológica que atravesaba a las cosas, al sujeto, a su existencia sin fundamento. Con ese Límite construyó por primera vez en la historia del pensamiento español un Sistema, un Sistema distinto de los concebidos por el Idealismo alemán pero sin embargo con una coherencia interna inquietante. En Trías el Sistema era como un castillo de arena a orillas del mar, pronto a desmoronarse, uno encontraba en las páginas de su filosofía ese extraño temblor, esa vigorosa fragilidad que tienen las cosas verdaderas que pasan por la frontera porosa que separa lo que aparece en el concepto y se sustrae al pensamiento. En España, los lunes en Madrid, fuera de su Barcelona natal, con Sergio Larriera y Marivi Gimbel poníamos a prueba esa Frontera, su Sistema se volvía una conversación hasta la madrugada del humor y el desconcierto. Y Trías brillaba, brillaba ante nosotros con delicadeza, sin corregir a nadie ni a nada, sabiendo que el exilio y la frontera entran en correspondencia mutua, sabiendo que en su sistema construido alrededor de un vacío se cifraba una verdad de la vida que de un modo serio compartíamos con felicidad. Qué gran suerte, qué gran privilegio haber pensado juntos mientras nos queríamos.

 

Por Sergio Larriera:

«Eugenio Trias:

Tu mano, inconfundible, piensa en el límite. Los cuatro dedos juntos, extendidos, y el pulgar que los recorre una y otra vez, a velocidad creciente, desde el meñique al índice. Al rasgar las cuerdas del secreto instrumento la mano piensa. Construye ideas al tocar las palabras, haciéndolas sonar. Pensando, construye y habita.

Gracias por las señales precisas de tu generosa enseñanza.»

11 comentarios en “A la memoria de Eugenio Trías

  1. Eugenio Trías, Un funámbulo del espíritu. por Germán Cano

    «Hay filósofos que, invocando lo demoníaco, nos empujan a insondables abismos; otros, en cambio, que, a riesgo de ser tachados de tibios o poco radicales, tratan de levantar puentes y, reivindicando el diálogo entre posiciones aparentemente enfrentadas, limar diferencias a primera vista irreconciliables. Si Heidegger o Wittgenstein son ejemplos granados de la primera categoría, de esa luciferina e irrespirable atmósfera, trágica por definición, Kant, Platón y, sobre todo, Goethe bien pudieran serlo de la segunda. Quizá en este segundo apartado también podría incluirse a Eugenio Trías. Aunque cabe hablar en su caso de una “ontología trágica”, su vocación por el problema de la ciudad, aparte de evocar un inmemorial motivo platónico insistente a lo largo de su obra, se despliega al abrigo de toda una filosofía de mediaciones, diálogos, descensos y ascensos, de idas y venidas, de muertes y resurrecciones, de luchas entre los planteamientos románticos y clásicos, entre eros y thanatos. Es más, Trías parece dialogar con toda la tradición individualista de origen protestante para recuperar un concepto de cultura de amplias resonancias mediterráneas y renacentistas. En este punto cabe comprender su innegable y reconocida proximidad al Nietzsche más desintoxicado de la problemática romántica. Sin embargo, dadas estas motivaciones, parece más coherente que Trías se tilde a sí mismo de “filósofo platónico”. En Ciudad sobre ciudad, por ejemplo, se confiesa sin ambages esta decisiva afiliación: “Platónico convencido”. Trías propone, frente a la “simplificación nietzscheana” orientada por Schopenhauer, o la reivindicación de presocráticos como Anaximandro (Heidegger) o Parménides (Severino), recuperar el Platón del “camino intermedio”, “el de las instancias limítrofes y hermenéuticas (eros, poiésis, anamnésis, lógos). ¿El propósito? Nada menos que refundar desde ellas el Alma y la Ciudad; o lo que es lo mismo, nuestra propia condición humana y la Ciudad correspondiente. Este talante mediador surge de una sugerente síntesis entre Platón y Nietzsche , un Nietzsche “clásico”, atemperado, profundamente consciente de la dialéctica entre lo apolíneo y lo dionisiaco, de la necesidad de conjugar el descenso ad inferos de la pérdida de la subjetividad —como necesaria prueba formativa— con la ascensión a la vía cívica de la poiésis y la pólis. “Sólo es legítimo —afirma Trías—, honesto y legal, en términos de ética y de teoría del conocimiento, existir siempre en el límite, asomado a una transcendencia que nos espanta (pero que también nos fascina y nos encandila), y afincados en un mundo en el cual, por poco tiempo, nos es dada la posibilidad de habitarlo, explotarlo y colonizarlo” . En ese libro cardinal en el que concreta y, por así decirlo, inaugura su reflexión sobre el límite, Los límites del mundo, Trías adopta justamente el triple modelo platónico para definir su itinerario intelectual: momento del ascenso, momento del reposo y momento del regreso. El momento hegeliano de la filosofía de Trías no se ahorra, como el Wilhelm Meister de Goethe, la experiencia de vagabundeo y peregrinaje antes de alcanzar el objetivo final. Tras este viaje formativo y reflexivo el filósofo siempre regresa pedagógica y cívicamente a la caverna. En este sentido, si por algo descuella la reflexión filosófica de Trías en el panorama intelectual español contemporáneo es por su intempestiva —algunos dirían anacrónica— voluntad de conjugar la deconstrucción de los cimientos estructurales de la cultura occidental con un nuevo proyecto ontológico basado en la categoría de límite. Concebir una “filosofía primera” a la altura de nuestros tiempos es tarea que requiere de largo aliento, máxime cuando, como dice Trías, lo que abunda en esta y otras latitudes es la especialización o, como él mismo asegura, el “género chico”. Esta primera filosofía, sin embargo, no surgirá de un pistoletazo o de una reflexión autosuficiente centrada en el cogito. La labor intelectual de Trías, un auténtico «work in progress» que avanza lenta pero inflexiblemente en espiral sobre sí mismo, arranca, dato curioso, desde unos presupuestos que a primera vista se sitúan en las antípodas de la empresa nietzscheana; parte de la sólida constatación de que la reflexión metafísica es consustancial a la filosofía. Una segunda oportunidad a la metafísica que, como se verá, dista de ser tan ingenua como para hacer abstracción de las críticas de Marx, Nietzsche y Freud, figuras que no sólo han dibujado los contornos de un paisaje distinto de la modernidad, sino que también han obligado a la conciencia ingenua a develar todos sus autocomplacientes encubrimientos. A la vista de esta ubicación extemporánea, no es extraño el fiel aprecio de Trías por el vértigo y la admiración, condiciones de posibilidad para él de toda pasión filosófica real. «Un funámbulo del espíritu». Germán Cano filósofo y socio de Cruce. (Cano, G., «Funámbulos del espíritu», De «La filosofía del límite. Debate con Eugenio Trías» (Biblioteca Nueva).

  2. Mi duelo, mi desconsuelo, egoistamente, mi soledad. Te has ido Eugenio de nuestro espacio, con la imposibilidad de verte de nuevo. Tu fuego, tu fuerza… se eliminó; el tiempo acabó fulminándola. Pero..tu pensamiento, siempre tú, sigue y seguirá con nosotros. Abro tus libros y estoy contigo. Nunca morirás en nuestro pensamiento, dejas muchas preguntas, muchos interrogantes, gracias. Supiste entrar en mi pensamiento y nunca jamás te olvidaré. Estás y siempre estarás en mi cofre privado, donde habitan los duendes de mi existencia, unas pocas perlas, mi tesoro en el que habitas. Nunca morirás para mí. Con todo mi corarón Eugenio, siempre, siempre, siempre estarás conmigo. Hasta siempre, con todo mi cariño y que tu camino hacia el conocimiento continúe. Hasta siempre Eugenio.

  3. Carta a un amigo desde la frontera

    Querido maestro y amigo:

    Has iniciado tu Gran Viaje, dejando a tus amigos, a los de aquí, a los que aún habitamos el cerco del aparecer, tristes y desconsolados. Quisiera en estos momentos enviarte esta carta de despedida. No quiero que sea erudita, sino de esas que se escriben los amigos. Tampoco sé ni siquiera si llegará. Pero lo considero antes que nada un deber, mi deber hacia ti, una forma humilde de co-responder a tus regalos.

    Porque regalos fueron, antes que nada, tus textos. Llegaste así a mí en mis años juveniles. Con ellos despertaste, motivaste y entusiasmaste mi inteligencia. Pero no esa inteligencia racional y libresca, sino la inteligencia pasional, aquella forma de inteligencia que reconoce resueltamente sus raíces en la pasión, en el padecimiento, de la falta de ser. A través de ellos aprendí en efecto a sentirme interpelado en lo más hondo por mi condición fronteriza, algo terrible pero al mismo tiempo fascinante. Por eso te considero amigo. Pues amigo es quien despierta al otro en el amor a la verdad. Sí, amigo. Contigo, primero con tus cartas (porque cartas son los libros que llegan al alma), después en persona, aprendí a hacer la experiencia del límite en el cine, en la literatura, en el arte, en el psicoanálisis, en la filosofía, en la música. ¡La música! Si alguien percibió la música del pensamiento y el pensamiento de la música, ése fuiste tú. ¿Es que Platón, o Nietzsche, o Heidegger, son los mismos después de escuchar tu diálogo con ellos? ¿Es que las piezas sacras de Bach, las sinfonías de Haydn, o las óperas de Strauss, son las mismas después de haber compartido con nosotros tu vivencia de ellas? ¿Es que música y filosofía no se han reconocido hermanas si no es a través de tus textos? Podría aquí seguir citando ejemplos traídos del cine, de la literatura, de la pintura… Pero sería redundante.
    Por eso no puedo dejar de preguntarme cómo co-responder mejor, en la triste hora de la despedida, a alguien que ha dado forma a mi pensar. Quizás el mayor regalo que puede recibir quien ya no está entre los vivos es el agradecimiento de los que se quedan. Y es que al agradecer, el fronterizo se declara deudor. Y al reconocer la deuda nos hacemos humanos. Y si algo me ha enseñado el pensamiento que compartiste con nosotros es a reconocerme fronterizo y a habitar la frontera. Algo terrible, pero también maravilloso.
    Desde la frontera te envío esa misiva. Quizás me estés escuchando desde el cerco hermético, o desde el espacio-luz. Quizás mis temores de que la carta no llegue son infundados. Nos enseñaste que somos seres en exilio desde la matriz. Y que sólo quien hace la honda experiencia pasional del límite puede entender esa exigencia de que la muerte sólo sea el espacio en blanco que media entre dos aforismos. Quizás esta despedida sea sólo un hasta pronto. Sólo quizás…. Mientras tanto permanecerás vivo en el recuerdo de los que te amamos y tuvimos el privilegio de tratarte en persona y de hacer filosofía contigo.

    Gracias por todo maestro y amigo. Hasta siempre.

  4. Querido Eugenio:
    Muchos otros pueden hablar antes que yo. Pero fuiste sensible a la pasión y me sentí acogida, recibí la oportunidad de pensar en diálogo contigo y con vosotros, ya amigos, en el seminario de Madrid. No sé qué ha sido más importante, si el torrente de ideas estimulantes de aquellas tardes y noches, o tu opción personal existencial, la libertad por encima de la culpa, la comprensión y compasión sobre toda violencia, … y el arte de invocar lo mejor del otro, ése es para mí el mejor acontecimiento.
    No quiero despedirme de tí, albergo la esperanza de seguir el diálogo en espíritu. Aunque, si me escuchas esto, sé que sonreirías paciente y amablamente. Y sabemos que la despedida sólo puede suceder desde el corazón. Sí, llegó la hora, me despido, no resignada, pero sí desde la ternura.
    Querido Eugenio.

    1. Estimado Eugenio,
      Quizá las despedidas no sean tales sino están acompañadas del reconocimiento de todos aquellos momentos que se han vivido. Vivir remite a una acción que requiere multiplicidad de singularidades, de eventos y de viajes interiores que van dirigiéndose a un instante radical.
      En este instante/ tiempo – me remito al pórtico nietzs cheano-, verdadero tiempo propicio en el que se desembarca a la propia condición humana. Pórtico en el que acaece el instante y se trasparecen estás dos eternidades, el pasado que envuelve el tiempo hacia lo inmemorial y el futuro escatológico cuyo horizonte remite a la acción de morir y partir, pero es en el instante el modo que se manifiesta el presente eterno. El pensamiento se funde en dos giros de la existencia hacia lo no conocido. Sabemos de la muerte y de este futuro escatológico, en plena incursión en el presente eterno, por la muerte de los otros y esta es una imperiosa solicitud de sentido hasta que advenga la nuestra.
      Cada modo de vivir es un singular único y la estancia de nuestra existencia nos pertenece. Aunque en su inicio no decidimos nuestra existencia, estamos en exilio y éxodo con respecto a estos lados infinitos. Cada modo de vivir es un singular único y la estancia singular está sometida a la proporción y capacidad que cada sujeto tenga de enriquecer sus intensidades potenciales que le funden y le confunden con un mundo.
      Uno de los legados más importantes que nos has dejado, Eugenio, se encuentra en el Tratado de la Pasión, sin lugar a dudas tus últimos años de lucha y de aliento filosófico lo has consagrado a dos de tus pasiones más queridas: a la música y al cine. Y es que este legado de lo pasional emerge con sentido en cada uno de nosotros para que cojamos el testigo y nos envolvernos de él como una línea de acceso a la experiencia del Límite. El viejo Platón, al que admiramos, nos señalaba que la filosofía comienza con Thaumas, el asombro y admiración a lo que se nos da como búsqueda de la verdad. Sólo que esta búsqueda es amor- pasión que todo ordena. La pasión en cada una de sus variantes ordena racionalmente las potencialidades y sobre todo hace que habitemos las ausencias como hilos de verdad en las que hasta el silencio también habla… Hasta siempre.

      Katia Jiménez

  5. Ángel Gabilondo («Fugas diversas»)
    …Exilios y destierros, algunos bien cotidianos, muestran hasta qué punto no resulta fácil convivir con algunos extravíos. Ciertamente se trata de afrontar los problemas y los desafíos. Precisamente por ello, se necesita una toma de posición y una cierta perspectiva, que es también algo más que un punto de fuga, es un verdadero haz. A veces, se requiere una distancia. Envueltos y enredados en los asuntos inmediatos, sin otra posibilidad o alcance, todos los movimientos parecen ahondar o enraizar aún más la situación. Y nos empecinamos y enfrascamos en lo mismo, una y otra vez. Si la fuga comporta armonía, si la ofrece, es concretamente como modo de desprenderse, de despegarse, de desligarse, de sobreponerse del ruido fatuo
    Eugenio Trías nos deja en El canto de las sirenas. Argumentos musicales una lectura de las fugas que, como las mónadas de Leibniz, pueden llegar a ser variaciones de una armonía universal. Ello no impide que para poder serlo resulte indispensable insistir, percutir, incidir, desde distintos planos, en diferentes ángulos, para que quepa la unidad melódica que sustente la memoria de una vida. Que nos regalemos fugas no significa que eludamos afrontar lo que nos requiere. Se trata de que no nos enfanguemos precisamente en aquello que despreciamos. La fuga ha de procurarnos otra mirada, otro lenguaje, otra decisión.
    http://blogs.elpais.com/el-salto-del-angel/2013/02/fugas-diversas.html

  6. NO HAY TIEMPO
    Isidro Herrera

    «— Es demasiado tarde.
    — Precisamente por eso, por ser demasiado tarde, es el momento. No hay otro para hacerlo. Ni siquiera para darse cuenta de ello.
    — No tarde, no después, no una vez cumplido el recorrido y una vez comprobado que no se hizo lo que pudo hacerse, sino demasiado tarde. Cuando, diciendo que es tarde, decimos también que es irremediable, que no sólo no hay vuelta atrás, sino que, incluso, al final, ni siquiera habíamos iniciado el camino. »
    Entresaco estas voces de la turbamulta que se me agolpa con la inminencia de una muerte que te trae consigo todas las muertes. Esas que, inaprehensibles, se produjeron en un intervalo —el que va del «morirás» al «has muerto»— donde al hacerte presente te ausentas para siempre, te conviertes en el insalvable ausente, donde no hay ni una brizna de aire para respirar, donde inútilmente esperaríamos que discurriera un mínimo lapso de tiempo y donde, por tanto, no ha lugar la esperanza de recibir —de producir— una palabra amiga. Cerco hermético. Siniestro dominio de la muerte. Inabordable baluarte de nuestra condición mortal.
    Anoto que no es una experiencia nueva la de caer en la cuenta de que uno quería más de lo que sabía a aquel que acaba de morir. No sólo de cuánto lo quería, sino sencillamente de que lo quería y no lo sabía. Sabía que lo admiraba, que lo estimaba, que lo valoraba, no sabía que lo quería. Imposible apearse de este pensamiento: todo el peso de querer a otro no está en quien quiere, que puede incluso no saber que quiere a quien quiere, sino en quien es querido, el cual, por motivos que se mantienen en secreto —yo no lo sé y él no tiene por qué saberlo—, singularmente se hace susceptible de ser querido. Añado que ese otro querido nunca es responsable de ello, sino sólo yo.
    En este momento privilegiado, quise recuperar la compañía del filósofo. Eugenio Trías, desde el primer momento, percibió que al enfrentarse con la filosofía debía hacerlo al mismo tiempo con su sombra y se dispuso a lo largo de muchos libros a perseguir e interrogar sombras. A nadie le extrañará entonces que su busca le llevara a la sala de cine. Por eso, sólo empujado por la gratitud, en lugar de abrir un libro suyo —acción que me obligaría a recordarme a mí mismo en cuantas ocasiones me haya encontrado repasando su pensamiento—, sin ser muy consciente de lo que hacía, aproveché la feliz circunstancia de que nuestro ordenador se haya convertido en la más impresionante cinemateca que nadie nunca hubiera deseado y vi de nuevo las dos películas a las que habrá unido su nombre: Vértigo y El resplandor. Obras fantasmales a las que, inscrito en ellas, él pertenece como un habitante más, un nuevo fantasma recién incorporado, siempre visible para quien le ha escuchado hablar de ellas.
    Entiéndase bien: no es el caso de que la sombra de un crítico te acompañe en la visión de la obra (hablándote, por ejemplo, al oído para que entiendas), sino de que la naturaleza de estas obras permite que en ellas mismas te hable la sombra de quien se ha incorporado de tal modo a la cinta que, como un fantasma más, te aguarda detrás de cualquier puerta, en cada pasillo, ocupando todos los espacios. Hasta que, según la ley del retorno eterno, uno se lo encuentra finalmente encarnado, muerto, en el centro del laberinto que le estaba destinado.

  7. cuando cesa la palabra profunda y radical, como la música, no deja de reververar; y cuando incluso el eco se extingue, si era esa palabra, esa música, el silencio, al menos él sí lo sabe, el silencio ya es otro.

    Palabras de despedida para Eugenio Trías:
    De modo imprudente, justificado solo por la impaciencia juvenil, me solía saltar los prólogos de los libros de ensayos y de filosofía que creía querer devorar en mis años de estudiante. Esa imprudencia se puso en evidencia y se desvaneció cuando aquella noche, casi por casualidad, comencé a leer el prólogo de Drama e Identidad. Ya te admiraba como filósofo, ya me eras querido por esa forma que tenías de abordar las artes desde la filosofía, y la filosofía desde la incertidumbre vibrante del poeta. Pero esa buena noche, creo que era verano, esa noche te encontré de un modo especial y desde entonces eres un maestro confidente; de esos que puedes dejar, retomar, y que sabes que nunca van a defraudar. Luego llegó lo que parecía imposible en la filosofía de las últimas décadas, y más en España, llegaron tus obras sistemáticas; que rezumaban tanta o más pasión que los ensayos… Tu obra es una constante invitación al pensamiento como aventura; y a la existencia como reflexión. Nada más, ni nada menos podemos o debemos pedir a un filósofo.
    Quería recordar aquellos momentos de encuentro entusiasta con tu escritura como lector anónimo en estos momentos en que ya no estás en persona; en los días de despedir a una de las fuentes más importantes del pensamiento contemporáneo; un referente para acometer la filosofía sin mayor compromiso que el de decir sí a la pasión de la vida, con todas sus sombras y condenas, sus luces y libertades; de decir sí, como decía ese inmenso platónico que fue Nietzsche (cuanto nos enseñaste y seguirás enseñando). Esa apuesta implica ese pensar-decir, ese vivir fronterizo cuya cartografía nos roturaste, para borrar a la vez toda huella de un pensamiento impositivo.
    Y ahora partes a mar abierto, o tal vez no; tal vez la nada, el cielo o la entropía, también necesiten y nos ofrezcan sus límites; sus apoyos discretos que permitan una vez más el vuelo.

  8. EUGENIO TRÍAS, in memoriam (María Jesús Muñoz Pardo)

    La televisión es un “medio de información” en el que sólo en contadísimas ocasiones ocurre que los discursos verbales derivan en acontecimiento personal. Difícilmente un discurso que he escuchado por televisión ha derivado en emoción que se encarna y es capaz de formar parte de mi experiencia vital.
    Durante una charla distendida entre un locutor de televisión, y un cantante, director de cine, o actor, en estos momentos no lo recuerdo, el invitado al programa afirma: _cuando amas a alguien lo más difícil es dejarlo ir. Saber que ha llegado el momento y que tienes que dejar que la persona que amas se vaya; y no intentar retenerla.
    Que estas palabras señalaron un acontecimiento en la línea de tiempos de mi vida lo evidencia que vuelvo a ellas, ahora que tengo que dejar ir a Eugenio Trías y me resisto, reconozco que me cuesta iniciar este duelo. Llevo días rememorando los momentos vividos. Me descubro reviviendo, su sonrisa discreta y abiertamente afectiva, a su llegada al café del Círculo de Bellas Artes, en los momentos previos a las sesiones del seminario.
    Pasados dos o tres años de conocernos ocurrió otro acontecimiento impredecible.
    En las semanas previas a la lectura de un pequeño ensayo que realicé, para el homenaje a Eugenio Trías por su magisterio en los seminarios de Madrid y como tributo a su enorme creación intelectual. Finalizada la sesión de una jornada del seminario Eugenio dio un paso hacia mí, me miró de frente, reclamó mi atención con una pausa en su caminar y preguntó _ ¿cómo puedo conocer mejor tu trabajo en la arquitectura, qué haces?. Me sorprendí y me emocioné, puedo sentir ese flujo de alegría. Ahora recuerdo ese instante y creo que ensanchamos “el límite” , que habitamos quizás, ese lugar fronterizo que es la amistad. En este momento definitivo, me llena de satisfacción que la asociación Cruce nos reuniera entorno a Eugenio Trías esa tarde de invierno del año 2003 para expresarle personalmente nuestra admiración y afecto.
    Reconozco que amar bien es saber dejar ir, pero no estoy convencida. No encuentro la manera.
    Puede ser que la haya encontrado y que lo que ocurre es que en esta circunstancia prefiera imaginarme que al irse traspasamos juntos el umbral, a la manera de Michael Haneke, en el film “ Amor” y sin dudarlo decido _ ponerme el abrigo, recoger el bolso, el cuaderno de apuntes y salir con Eugenio Trías a la calle Alcalá…
    Fundido a negro y en la última secuencia_ vemos a Katia Jiménez cogiendo un libro de la estantería más próxima a su mesa de estudio.
    Katia Jiménez se acerca con una sonrisa amplia y luminosa diciendo,_ ¡toma te lo regalo!. Es el Tratado de la Pasión. Está totalmente subrayado, _ es que este libro fue clave en un momento de mi vida y no podía dejar de leerlo. Te va a gustar.

    Expresiones del límite & arquitectura.
    Ensayo leído en presencia del filósofo Eugenio Trias
    en la Asociación Cultural CRUCE.
    Doctor Fourquet 5, Madrid. Dic. 2003
    La imagen que acompaña el texto es un mapa o carto-grafía.
    Es una expresión o formato para
    presentar el ensayo a los asistentes al acto de homenaje
    que se rindió al filósofo Eugenio Trias.
    *Desde un punto de vista funcional, la imagen puede facilitar
    el seguimiento de la lectura del texto.
    Se puede descargar gratuitamente:
    http://oa.upm.es/3070/2/PARDO_MONO_2003_01.pdf

  9. Mi contribución a su memoria pasa por recoger en un cuaderno digital todos los escritos, la mayoría inéditos, que le dediqué. La mayor parte de estos escritos fueron presentados como ponencias en el seminario del grupo de Barcelona. Por su extensión remito al blog en cuestión: http://mieugeniotrias.wordpress.com/. No obstante quiero manifestar aquí la benevolencia que siempre manifestó hacia todas aquellas personas que, como fue mi caso, se le acercaron para acompañarle en su aventura filosófica, así como el estímulo que representaron para mi vida de entendimiento su ideas seminales.

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