Si se nos escapa lo que dice el cuerpo, en sus variaciones inesperadas, imprevistas, incontroladas, es porque el cuerpo mismo se desgarra en su propia escritura: es el escenario de un conflicto que se representa en otra escena. Esto bien lo sabe madameL al ofrecernos sus Extraños cuerpos extraños, una obra que recorre los límites entre lo psíquico y lo somático, entre el componente representativo y el componente afectivo que conforman la pulsión.
Nuestros cuerpos son en todo momento una superficie de inscripción inserta en el universo simbólico que organiza la realidad humana, pero presentan a su vez una resistencia frente a toda significación. Lo que el cuerpo calla –enrojece, excreta, eriza o segrega– es su propia apertura constitutiva, esa grieta que trasciende al sujeto de conocimiento, que sobrepasa completamente a un yo atravesado literalmente por lo extraño y fragmentado en su propia identificación.
Extraño es este cuerpo de madameL en la que el colectivo se feminiza con reminiscencias que nos pertenecen a todas y a ninguna. Es un cuerpo crítico habituado a su falta de coincidencia, a un “yo somos muchas” que lo desnivela en su teatralidad y lo extasía. Nuestro cuerpo femenino –aún por aproximar en su colectividad– se expone aquí, como piel sometida a la pinza del sentido: cuerpo marcado, perturbado en su sinsentido esencial, obsceno en la medida en que es con-sentida su institucionalización al tiempo que enloquece por la hiperestesia urbana, la hipersensibilidad virtual. Nuestro cuerpo madameL es ese paisaje con accidentes, pliegues, rugosidades, filos, profundidades, cuerpo femenino en su herida, cuerpo metamórfico, trampantojo todo ella. Lo que aquí se expone no está sometido a las normas del sí-mismo, sino a la disonancia de este cuerpo colectivo que es como decía Artaud: pura dinamita en actividad.
Obra: Extraños cuerpos extraños (2016), 100 fotografías sobre papel de acuarela, videoproyección, maniquí