Exposición de Coco Moya: «Magia por contagio»

Del 20 de octubre de 2021 al 13 de noviembre de 2021 Martes a viernes: 17:00 - 20:00h; sábado 11:00 -14:00h

El miércoles 20 de octubre de 2021 a las 19:30h tendrá lugar la inauguración de la exposición de la artista Coco Moya , Magia por contagio. Escucha especulativa e imaginación geológica comisariada por Concha Garcia y que permanecerá en Cruce hasta el 13 de noviembre

¿Cómo la tecnología, la cultura, la naturaleza y lo material, se relacionan dentro del paisaje desde la metáfora del sonido y lo táctil?. El territorio, atravesado por energías telúricas, y habitado por amalgamas ciborg, conforma una escritura polifónica que se puede interpretar, a través de ritmos y melismas que tocan los lugares y los ponen en contacto. La cultura en red post-internet hace emerger de nuevo la idea del pensamiento mágico en donde todos los seres, vivos, no vivos, casi vivos, humanos, no humanos, y más que humanos, están entrelazados en “parentescos extraños”. Los minerales de mi cuerpo habitan también en mi teléfono y en las minas. La escucha y la imaginación sonora, devienen en un pensamiento e imaginación geológica, que navega y atraviesa los estratos de todas esas historias en metáforas y metonimias musicales, base para una magia simpática, empática o por contagio[1]. En este juego de reflejos y reverberaciones, el entorno es también nuestro interno, en un juego de espejo con el paisaje.

Esta exposición se pregunta qué resonancias existen entre el pensamiento indígena, -las prácticas populares, paganas, y ancestrales de relación con la materia/espíritu- y la cultura tecnológica, a la hora de dar sentido, formar conocimiento y navegar el mundo. Se trata aquí de cómo las estrategias sonoras y musicales se ponen una y otra vez en juego, antes y ahora, a la hora de establecer un diálogo y una relación con nuestro entorno, y con nuestro interno. Las obras que se muestran, casi todas con un componente táctil o interactivo, invitan a la experiencia y el experimento del oyente, y conforman un archivo de ensayos plásticos y sonoros que nacen, por un lado,  de la investigación doctoral de la artista titulada “De tecno-geomancia sonora, el paisaje como partitura”, donde indaga en la interpretación del territorio desde la intuición y lo que ella denomina escucha especulativa.[2] Por otro lado, estas piezas también surgen de sus colaboraciones en el colectivo Menhir, con el músico Iván Cebrián, y en otras experiencias junto a Rafa Sánchez Mateos-Paniagua, María Collado, o Vanesa Bejarano. Redes todas que conforman también un espacio creativo permeable al contagio.

En las obras se manifiesta sobre todo una forma de conocer desde el cuerpo, que debe moverse, accionar, e indagar en las cosas con las palmas de sus manos y sus pálpitos, en una propiocepción estética. Si la escucha es una forma de contacto a distancia como diría Murray Schafer[3], se trataría de hacer ese contacto más íntimo, percibir el sonido atravesando los materiales hasta nuestra piel y nuestros huesos. El sonido acontece, (de ad-cercanía y contingere: tocar), en ese acontecimiento, nos ponemos en cercanía y contacto con todo lo que escucha, que es todo lo que vibra. Y en esa capacidad de la imaginación metafórica para transportarse[4], nos descubrimos en un viaje hacia escalas micro cósmicas, como diría Caillois sobre sus piedras. Topocosmos[5] que nos capacitan para una escucha especulativa del paisaje, una lectura interpretativa del genius loci que abre nuevos territorios sonoros impredecibles.


[1] La metáfora es la base de la magia simpatética, basada en la ley de simpatía, y que se divide en magia empática, u homeopática, -donde lo semejante produce lo semejante, o ley de semejanza-; mientras que la metonimia se asocia con la magia de contagio o contagiosa, -que sigue el principio de que si dos cosas estuvieron juntas alguna vez, siguen asociadas aunque se separen, o ley de contacto-.  George, La rama dorada, 35.

[2] La música especulativa es un término que ha acuñado Joscelyn Godwin. Se refiere a la rama musical del esoterismo europeo, más arraigado en la teoría musical que en la práctica. El sentido de la escucha especulativa, sin embargo, estaría más relacionado con lo experimental y lo material que provoca la imaginación y la intuición. Para saber más sobre la música especulativa ver Hasler, «Sobre la música especulativa»,.

[3] Schafer, El paisaje sonoro y la afinación del mundo, 30.

[4]  ”En la Atenas de hoy día, los transportes colectivos se llaman metaphorai. Para ir al trabajo o regresar a casa, se toma una “metáfora”, un autobús o un tren. Los relatos podrían llevar también este bello nombre: cada día, atraviesan y organizan lugares; los seleccionan y los reúnen al mismo tiempo; hacen con ellos frases e itinerarios. Son recorridos de espacios.” Michel De Certeau, La invención de lo cotidiano, 1. Artes de hacer, Universidad Iberoamericana ITESO, México, 2000. p.217.

[5]  La conexión entre el topos y la imaginación: el topocosmos es donde lo geológico conforma una especie de escritura que nos permite interpretarla en lo metafísico a través de la imaginación. El topocosmos sería una forma de llamar a esa relación entre el mito, la memoria y lo geológico. Citado por Prudence, «The Inner Animating Spirit of Mind and Matter».

Ver conferencia performativa

De Geomancia Sonora” (2020)

Sobre la magia y su contagio

Concha García González

¿Cuál es la relación entre lo pragmático y lo simbólico? ¿Cómo nos relacionamos con el resto de lo que puebla el mundo: con aquello que no es humano? ¿Cómo ser receptivas a las energías del mundo material más allá del deseo de consumo y las ansias de explota-ción? ¿Cómo comenzar a escuchar al mundo material? ¿Cómo iniciarse en su lenguaje?
La magia y el materialismo coinciden al entender las cosas como nodos en los que confluyen simbologías, deseos y sistemas de creencias: nodos de petrificación de fuerzas, tensiones y conflictos. Disponerse a escuchar el lenguaje de las cosas implica recep-tividad hacia la energía material y aceptación del potencial transformador de la “vibrante materia” de la que somos parte y nos conforma. Escuchar el lenguaje de las cosas no es comunicación: reconocer un lenguaje o descifrarlo no es el objetivo, en el terreno del arte. Inventar según el contexto e interactuar y adaptar el gesto al nuevo lenguaje surgido: se trata, por tanto, de crear y poner voz a lo que no nos habla con voz humana. Practicar la ventriloquía material no es antropocentrismo cultural, sino participar de la creación de metáforas y dispositivos que propician nuevos conocimientos y sus gestos de apertura y escucha de las materialidades hasta ahora no escuchadas. Es contribuir a la redefinición de las nociones de presencia y ausencia: de agencia y participación.
Imaginar las texturas sonoras de lo material es aventurar un alfabeto de la naturaleza. El sonido crea un imaginario invisible del mundo. Por medio de su materialidad efímera, permite una relacionalidad invisible que se extiende más allá de la materia visual de la que emerge, creando la textura del mundo, que todo lo rodea y envuelve.
Coco Moya propone practicar la “Magia por contagio” para poner de manifiesto y crear articulaciones inesperadas con materiales y objetos que puedan ensanchar nuestra experiencia y dar origen así a nuevas formas de conexión. Asistimos a un despliegue de la energía en movimiento: lo sonoro despliega el mundo como un “entre”, un campo formado por una red de contactos infinitos y relaciones no-evidentes, no conscientes, no mensurables. La materialidad de un sonido vibrante genera objetos y sujetos en
simultaneidad, es decir, en sincronía obligada, inducida. Las texturas sonoras
espaciotemporales crean un entorno inclusivo y aquello aparentemente mudo, asiste a su propia vibración: rayos cósmicos ultravioleta, ultrasonidos, campos electromagnéticos y rayos X, poblando el espacio, también el de Cruce.
Utilizando una poética entramada con prácticas sonoras, entendidas como formas de relación, de conexión e interacción, alternan en sus piezas la inscripción y la transmisión. Se nos invita a activar un espacio interior con materia sonora, a inventarnos el gesto para vibrar con la piedra, a sentir como nuestra la inscripción de la herida hecha con la fractura de la tierra cocida y a vibrar con la transmisión sonora en bucle de sus rupturas: a experimentar la velocidad de la transmisión, la persistencia de la inscripción.
Trabaja con los elementos, entendidos como fuerzas activas: sus obras participan de un materialismo energético deslocalizado pero omnipresente: el movimiento arquetípico del agua, los sistemas de corrientes, vórtices, espirales y remolinos que conforman los huesos – de animales o humanos–: el ritmo fluido que, vuelto inscripción, conforma músculos, tendones, piedras y montañas. En época de pandemia, Coco Moya propone la magia por contagio para re-imaginar las relaciones y los procesos materiales y nuestra posición respecto a ellos: ajenas a la asepsia, energías circulan sin parar entre sus piezas y nosotros.

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