Exposición «La duda; entre lo implícito y lo explícito, entre la realidad y la apariencia». de Pepe Buitrago

Del 7 de abril de 2022 al 30 de abril de 2022 Martes - viernes: 17 -20; Sábado: 11-14

El 7 de abril de 2022 se inaugura la exposición de Pepe Buitrago La duda; entre lo implícito y lo explícito, entre la realidad y la apariencia que estará en Cruce hasta el 30 de abril. Los días 14, 15 y 16 de abril no abrimos.

La exposición está comisariada por Fernando Baena

Las sospechas y las pesquisas de Pepe Buitrago

La duda; entre lo implícito y lo explícito, entre la realidad y la apariencia, supone un tan reducido como brillante muestrario de la obra de Pepe Buitrago, que refleja ya desde su mismo título la poética interrogativa y dialógica de una práctica multidisciplinar –si bien con un particular dominio tangible y conceptual de la holografía– que tiene como protagonistas a la escritura, siempre fragmentaria, y a la figura humana, cuya presencia se reduce las más de las veces, por la propia configuración técnica de sus medios, a la de meras siluetas. Ambos elementos se avienen para retratar, sin identificación particular, a un ser humano en conflicto consigo mismo, con el otro, con el medio y con la existencia esencialmente toda, en una estrategia discursiva que remite a la incomunicación, al aislamiento o la pérdida de la individualidad, de la subjetividad, de la cultura, en medio de una carrera suicida hacia el despilfarro de toda potencialidad. Un horizonte marcado por la ansiedad de una masificación alienante.

Los personajes de sus holografías, solitarios o en compañía –aunque en la mayoría de las ocasiones esta compañía es solo física, que no afectiva, debido al ensimismamiento de las figuras– habitan entornos neutros subrayando el absurdo de sus movimientos, de su deriva. La alienación de los ciudadanos contemporáneos se constituye en uno de los caballos de batalla de su dilatada trayectoria, como ocurre en un díptico inédito hasta la presente exposición El hombre de la cartera y su réplica La mujer de la cartera (2005 y 2021, respectivamente, conjunto de dos esculturas holográficas, 200 x 100 cm c/u) abunda en la deshumanización, un trasunto –vestido– de uno de sus trabajos icónicos, en el que sus protagonistas aparecían desnudos: Nobody (él) y Nobody (ella) (2002, conjunto de dos esculturas holográficas, 200 x 100 cm c/u). En El hombre de la cartera y La mujer de la cartera, la silueta del hombre y de la mujer avanzan de espaldas al espectador, y sin escenario. Empero, cado uno de los seis cristales holográficos que componen ambas figuras muestra en su interior escenas en las que proliferan unos seres que replican los mayores y que parecen entorpecerse los unos a los otros, en una lúcida representación de las masas uniformadas, logrando Buitrago de este modo un magnífico reflejo de la atomización de nuestras sociedades.

La exposición recupera una de las obras que consideramos más extraordianrias de su trayectoria: Espejo de un mundo sin salida (2001, escalera de madera y hologramas, 250 x 50 cm), en la que acierta a representar el absurdo, hermano del de Sísifo, de nuestros esfuerzos en un mundo injusto, cuando se desconoce una causa mayor que la dote de sentido. Asimismo, la muestra rescata una de sus obras de poesía visual más queridas por el autor: Aproximadamente igual (1992-2012, holograma y fotografía, 170,5 x 37,5 cm), consistente en un conjunto de siete hologramas con sendos signos matemáticos acompañados por la respetiva transcripción escrita de su significado hasta formar un mensaje adecuadamente críptico y tan abierto como el panorama de la duda que abre en su interlocutor.

Con una inquebrantable vocación en el trabajo y en la comunicación, Buitrago mantiene, con la admirable complicidad de Mercedes Laso, en su ciudad natal de Villanueva de los Infantes la fundación Dados Negros, en la que, además de ofrecer un muestrario de su trabajo personal programa unas jornadas bianuales dedicadas a la exposición y a la creación artísticas, con particular protagonismo en la poesía visual, y está trabajando en la creación de –nada nos parecería más consecuente– una biblioteca. A la espera de que dé a conocer su proyecto, dilatadísimo en el tiempo, en el que procede holográficamente una recreación de Le Grand Verre duchampiano, y cuyo desvelamiento habrá de ser sensacional, Buitrago nos invita en esta sucinta muestra en el espacio Cruce, después de una larga ausencia en las galerías madrileñas, a mantener abiertos los ojos de la sospecha y de la pesquisa, en un mundo crecientemente amnésico, atomizado e ignorante. No cabe duda.

       Julio César Abad Vidal

                                                                                                           

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