Del 19 de octubre de 2023 al 11 de noviembre de 2023 Martes -Viernes: 17:00- 20:00, Sábado: 11:00 - 14:00
Cruce inaugura el jueves 19 de octubre la primera muestra individual en Madrid del artista estadounidense, pionero del new media art, GARY HILL. Bajo el comisariado por Mario Gutiérrez Cru y con el apoyo de PROYECTOR/Plataforma de Imagen en Movimiento
Esta muestra cuyo título nos remite a acciones inacabadas, en proceso, presenta tanto trabajos actuales del artista, como son las piezas None of the Above (2021/22), The Whisper Room (2017/22). Como la pieza como la pieza Remembering Paralinguay (2000).
En la primera, None of the Above, el artista, como en muchas de sus piezas, se presenta en primera persona, frente a la cámara, en un viaje cortado, analítico. Donde las palabras y la imagen se unen y se enfrentan, donde unos y ceros, son más que un lenguaje tecnológico. Su obra siempre tiene ese giro poético, en el que la tecnología más puntera es absorbida y casi desaparece para dar paso a un sonido abrupto, entrecortado, incomprensible a veces, como si el slam de un rapeador estuviera escupiendo palabras, sonoridades que un espectador ávido tiene que construir en su cabeza. Gary no es fácil, nos propone acertijos, recovecos, saltos de línea. Nos invita a seguirle en ese spoken word que le caracteriza, para salvar un discurso que le pertenece y que a veces conseguimos entrever.
En The Whisper Room que quizás sería la que debería ser la pieza iniciática de la exposición, nos hace entrar en un estudio de grabación, en una habitación conceptualmente cerrada, pensada para un uno a uno, para un tú a tú. Nos presenta un vídeo donde nos invita a posicionarnos frente a un monitor y sentirnos dentro de ésta cabina de narración, casi obligándonos a interactuar con ese micrófono que se nos presenta. Gary nos habla, nos susurra, nos invita a quedarnos, a no irnos, a estar con él, incluso a «oler su barriga por primera vez» como dice su discurso. Nos hace ser su confidente, su yo más íntimo. Aunque no es la primera vez que pasa en sus obras, Gary acostumbra a eso, a contarnos su vida, narrada a trazos, a suspiros o a golpes, ya sean visuales o corporales, pues todo en él es visceral, su voz, su fonética, sus palabras son cuchillas que nos atraviesan o nos acarician, nada es casual, todo es intencionado en este cruzar de estados y de tiempos verbales.
En la tercera pieza, Remembering Paralinguay, un punto emerge del infinito, de la nada, de un espacio indefinido, crece, se acerca, se percibe como un cuerpo, se nos enfrenta, nos grita, casi como si un animal salvaje nos olisquea en medio del bosque. Nos aúlla, en un lenguaje que solo Gary puede entender, el resto como todo en él, tenemos que imaginar, sentir o apagar. Quizás demasiado intenso para el espectador.
Poesía y corporalidad, sonidos y luces, vocales y consonantes, ceros y unos, caricias y golpes en un Gary Hill que nos invita a acompañarle en su presente inconcluso, menos mal. Donde se expone como siempre, a todos y a él mismo. Siempre generoso, a veces obsceno, a veces cariñoso, como un osito (sea de peluche o salvaje).
Mario Gutiérrez Cru, 2 octubre 2023.
– – – – – – – – – – – – – – – – – –
Exposición Gary Hill
El pasado octubre Cruce tuvo la maravillosa oportunidad de albergar entre sus paredes una muestra individual de Gary Hill, pionero en el new media art. Esta pequeña exposición explora la relación entre el lenguaje y las imágenes, con consideraciones tanto poéticas como filosóficas.
En primer lugar, encontramos la obra None of the Above (2021-22), en la cual el artista nos recita una reflexión a la vez que en una pantalla vemos proyectado un retrato del artista.
Este retrato está compuesto por un bucle de imágenes cortadas de forma agresiva que han sido unidas, sin respetar el curso del timing. En el vídeo, Hill alude a la tríada “no ver el mal, no oír el mal, no hablar el mal”, la cual nos evoca a pensar en los tres monos sabios de Hidari Jingoro, la famosa escultura del santuario de Toshogu (Nikko, Tochigi, Japón).
Estos tres monos, llamados Mizaru (no ver), Kikazaru (no oír) y Iwazaru (no hablar), están tradicionalmente relacionados a la filosofía que promulgaba el uso de la vista, el oído y la boca para la correcta relación con el mundo que nos rodea. A lo largo de la historia, y más concretamente en el código moral del santai, esto ha sido relacionado con no ver, ni
escuchar ni decir el Mal. Cabe destacar que en la cultura japonesa, este código moral, aparte del significado que ya he comentado, posee otro, el de “dejarse someter al sistema”, puesto que podría significar que no debemos ver ni oír los abusos que cometía el Estado, ni obviamente expresar disconformidad con ello. ¿Cuál de estos dos sentidos será
el que le otorga el artista a su obra? A mi parecer también puede conducirnos a pensar que nuestros sentidos no son tanto una parte activa de nuestro ser, sino que se comportan más como receptores del entorno que nos rodea.
Además, el mantra de “no ver el mal, no oír el mal, no hablar el mal” nos hace pensar en los tres filtros socráticos, los cuales son: verdad, bondad y utilidad (“¿si lo que deseas decirme no es cierto ni bueno e incluso no es útil, por qué decírmelo?”). Es decir, que habría que dejar a un lado todo diálogo negativo que no se base en estos tres pilares, para poder, así, establecer relaciones más empáticas y constructivas, basado en el aprendizaje; esto nos convertiría en seres mediadores que gozan de las herramientas adecuadas para la fácil resolución de conflictos.
En segundo lugar, encontramos Remembering Paralinguay (2000). Obra en la cual la figura de una mujer emerge desde la distancia y se aproxima al espectador hasta que su rostro queda en primer plano; a continuación, comienza a emitir una serie de sonidos en falsete, a los cuales podríamos calificar de primarios, como si fuese una especie de vuelta a nuestro
sistema de señales originario. El lenguaje es una forma de construir una nueva existencia, una invitación a lo Otro; sin embargo, esta invitación no es siempre amable: los sonidos que salen de la protagonista bien pueden hacernos sentir más una imposición de sus propias condiciones.
Por último, nos situamos frente a The Whisper Room (2017/2022), donde se produce un encuentro individual que nos acerca al artista mediante un recital íntimo. El espectador entra a una especie de cabina de grabación donde se encuentra una pantalla con un vídeo: este comienza desde el punto de vista de un sujeto que abre una puerta y entra a la cabina
donde se narra el recital, donde hay un micrófono con una rejilla esférica. De esta forma parece como si se pidiese al espectador que permaneciera y hablara suavemente al micrófono, a la vez que la voz de Gary Hill suena como si estuviese en el mismo escenario donde está teniendo lugar la acción del sujeto.
En esta obra, la grabación que se escucha hace referencia a la reminiscencia, a ese recuerdo vago que tenemos de nuestras vivencias más cotidianas, como puede ser el caso de la “lenta torsión del bonsái” o de los “recuerdos compartidos”. Como bien sabemos, desde Platón se establece una fuerte relación entre reminiscencia y conocimiento, aunque no es hasta David Hume cuando se nos presenta una teoría más aceptada dentro de la tradición filosófica. La idea de fondo sobre el recuerdo es muy simple: el sujeto tiene una determinada experiencia que deja un rastro en el sistema, a saber, que queda almacenada en nuestro cerebro. Cuando, posteriormente, el sujeto se acuerda de dicha experiencia, se
reactivan los rastros sinápticos y se autorepresenta la situación vivida, usualmente por medio de imágenes. Por lo que podemos decir que el recuerdo es una resurrección del pasado.
Sin embargo, ¿qué hay de real en nuestros recuerdos? Puesto que, como establece Russell, estos pueden haber sido creados hace 5 minutos o puede que la situación recordada no hubiera existido siquiera. Otro problema que nos encontramos guarda relación con nuestro conocimiento, ya que este depende de la memoria y sin memoria no sabríamos si existe un pasado que recordar: la memoria es la fuente de todo nuestro saber sobre las experiencias pasadas y sin ella no podríamos inferir conocimiento sobre lo pasado. Si bien el recuerdo es una retención del conocimiento, no parece que de él pueda extraerse toda la vivencia, por lo que el rastro que nos queda es totalmente parcial y subjetivo.
Texto de Paula Parejo, 20 diciembre 2023