HISTORIA GENERAL DE CRUCE. De los orígenes al presente

Dedicado a Jorge Pérez de Tudela

Con motivo de la celebración del 30 aniversario del alumbramiento de CRUCE Arte y Pensamiento, el socio fundador Fernando Carbonell nos hace el regalo (¿envenenado?) de una HISTORIA GENERAL DE CRUCE por entregas.

En ella nos relata los avatares de esta peculiar asociación,  considerándose, según sus palabras, “testigo no privilegiado y muy parcial de los hechos y no hechos” acaecidos a lo largo de su sinuoso periplo.

De acuerdo con la voluntad del autor, aquellos que tengan algo que decir  al respecto podrán hacerlo en esta misma página pinchando aquí. Los comentarios serán publicados junto a los capítulos siguiendo cierto formato.

CRUCE acoge esta iniciativa y todas sus consecuencias con entusiasmo, sabiéndose un lugar de libertad sin cuento ya que, en su indefinición radical, no representa a nada ni a nadie.  

 

 

 

 

I. El que esto escribe

Diciembre 2024


Pocas agrupaciones, encuentros y desencuentros, habrán acumulado, como Cruce… acumulado, desechado, enfrentado, concertado y desconcertado… tantas y tanta variedad de ilusiones, deseos, utopías, planes, propósitos, individuales y colectivos, públicos y secretos. Como Cruce. Que, al filo de fundarse, hace hoy unos 30 años, para que tuviera la mínima consistencia pública, hubo que inscribirla en los papeles legales como “asociación cultural sin ánimo de lucro”.

Y pocas agrupaciones y cruces de caminos de las vidas, habrán acumulado, desechado, enfrentado, y todo eso… tantas y tan variadas desilusiones, frustraciones, fracasos, incumplimientos, traiciones, vacíos, detenimientos, destrucciones.

Y, ya, muy pero que muy pocas, las que habrán dado lugar, tiempo y sentimientos a tantas ilusiones y utopías realizadas, planes, propósitos y obras cumplidos, satisfacciones a ríos, públicas y secretas, individuales y colectivas, momentos eternos, o fulgurantes.

Y, no sé si será la única, en la que tantos y tan variados de sus protagonistas no se hayan dado, de todo ello, cuenta.

El que esto escribe es uno de ellos; uno cualquiera, que desde los primeros momentos ha sido testigo, no privilegiado, de algunos de esos acontecimientos. Pretende, con estas líneas, iniciar en este lugar una sección, llamada Historia General de Cruce, de la que esta es la primera entrega. Y añadir así, un nuevo… deseo, plan, propósito… encuentro y desencuentro… al enjambre, que pretende nada más y nada menos que empezar a historiar.

Claro que las palabras “historia” y “general” suenan a palabras mayores. Pero no sólo es ironía. Que todo, como dicen sabios, es ponerse. Y empezar. Y son buenas intenciones. Que también, dicen, con ellas, basta.

El plan que el que esto escribe se propone es sacar una entrega cada mes o dos meses, más o menos, según los casos.

Y, como se considera testigo, no privilegiado, y muy parcial, de los hechos y no hechos (sueños, alucinaciones, sospechas, derechos) a colación, por mor de lo “general” y de la “historia”, cada entrega a publicar la pasará, previamente, a ser consultada y revisada por todas las personas cuyos nombres propios aparezcan en ella. Y darles así la oportunidad de corregir algún error, o añadir alguna nota… o entrega.

Porque si alguien, nombrado o no, en cualquier momento, quiere escribir algo para que salga en esta sección como entrega, o entreguita, puede hacerlo. Para eso está. Mándelo pinchando aquí. Que este autor, y editor de la sección, le dará curso. Y los lectores verán, con la colectividad, enriquecido lo que en el título se anuncia.

Como a nadie aquí en esta primera entrega se nombra, esta no se ha pasado a previa consulta. Solamente, a algún amigo cercano y responsable. Alguno ha desaconsejado esta iniciativa, que considera, según ha dicho, un nuevo origen de discusiones sin conclusión. Como la Historia misma. Es posible, pues, que esta sea la única y última entrega de la sección.

Pero, no obstante, arropado en el emblema de aquel siniestro caballero, EL CONFLICTO ES MI DESCANSO, aquí empieza.

II. Isla o balsa a la deriva

Enero 2025

De las innumerables panorámicas desde las que cabe empezar estos al menos 30 años de Cruce mi preferida es la de ver y sentirlos como que Cruce es una isla, no se sabe si flotante o arrastrada por las corrientes, marinas, siderales o humanas; o una balsa… A la que llegan grupos de náufragos, de aventureros, o piratas, de iluminados… Y de la que se desprenden y evacúan otros grupos o individuos después de diversos sucesos de sustanciosas naturalezas y artificios, convulsiones, intercambios, duelos, glorias y quebrantos, para desaparecer en la lejanía y nunca más volver… quizá se ahogaron, quizá llegaron a otra isla y fundaron una república o un reino, o al cabo volvieron y contaron su experiencia. Que de todo ha habido.

No puedo dar un rasgo general de las causas de esas llegadas y salidas. Baste, de momento, observar que las llegadas solieron ser más o menos amistosas, y las salidas unas sí, y otras no… como es lo natural.

La idea de Cruce ⸺ por tanto ¿es Cruce, la isla, una idea? según muchos sí, y mucho se ha debatido qué idea es, y muchos de los duelos fueron a causa de esa idea; según otros, no lo es ⸺ nació en el AlmaZén de la Nave, asociación de artistas con estudio alquilado en un edificio, nave que había sido una fábrica de hielo en el barrio madrileño de Extremadura. El fin de tal asociación era alquilar colectivamente y gestionar su planta baja para actividades públicas, como exposiciones, conferencias, debates y fiestas. El resultado fue espectacularmente satisfactorio, y surgió la idea de Cruce, idea que de momento consistió en formar un colectivo con los asiduos de allí y alquilar y gestionar un local con actividades semejantes pero junto al Museo Reina Sofía, es decir, en pleno centro.
Entre esos “asiduos” había ya varios grupos, interesados en la idea de embarcar en la aventura. Estábamos ya allí los miembros del AlmaZén de la Nave, entre los cuales estaba su miembro más activo, Manolo Quejido, y yo mismo, que aunque no tenía allí estudio fui admitido después de un seriote examen. Estaba también un entusiasta filósofo conferenciante, Ignacio Castro, junto a sus numerosos amigos y conocidos, paisanos fieles suyos gallegos a los que llamé “la parroquia”. También estaba Vicente Llorca, escritor, entre otros críticos de arte y comisarios de exposiciones. También estaban Sergio Larriera y sus amigos y compañeros psicoanalistas. Y muchos más asiduos que no formaban grupo determinado, poetas, galeristas, amigos, etc.
En mi panorámica, esos 5 eran los más señalados grupos.
“A la deriva”, expresión en el título de esta entrega, significaba antes ir sin rumbo a merced de olas y corrientes. Después del situacionismo y del nihilismo general, su significado ha cambiado. Se puede, yendo “a la deriva”, tener rumbos e intenciones, pero sometidas siempre, se asume, a posibles cambios, azares e imprevistos.


Sin entrar ahora en los innumerables detalles, no menos sustanciosos, y atenerme a la propuesta panorámica general de arribadas y despedidas, éstas quizá empiezan con la no incorporación al proyecto de Cruce de la mayor parte de los miembros del AlmaZén, a excepción de Manolo y yo. Fue esta una separación amistosa, eso sí. Y mientras siguió un tiempo la actividad de su AlmaZén de la Nave, ellos no se embarcaron en la nuestra. Se quedaron en tierra. Y nosotros partimos.

III. Por los muelles

Finales de enero 2025

Llámame Ismael ⸺ así empieza Moby Dick. Y sigue… ⸺. Siempre que me sorprendo haciendo muecas crecientes, siempre que me invade un mohoso y helado noviembre en el alma, pienso que es hora de irme hacia los muelles y hacerme a la mar. Ese es mi sucedáneo de pistola y bala.
Intentaré en esta entrega compendiar los múltiples preparativos que cada uno por su cuenta y todos juntos tuvimos, indagando por solares y por muelles, antes de zarpar al fin para ir a cazar cada uno su blanco ideal el día en que se inauguró Cruce en Argumosa 28, febrero de 1994.
Antes de eso, digo, quizá el clarín inicial de esos preparativos fue el dar con el posible local a alquilar, por parte de Manolo y Marysol, su mujer. Lo que provocó empezar una sucesión de reuniones frenéticas de todas las partes interesadas. Una vez fue en una terraza del Retiro, era verano. Frente al estanque.
Contando ya con la cifra que costaría el alquiler y el número provisional de interesados, se empezó a calcular la aportación de cada uno. Entre las muchas dimensiones en las que Cruce debería ser, para muchos de nosotros, una fuente imaginativa y creadora, estaba la de ser fecunda producción de formas y recursos económicos. Y así, se fue barajando y fijando lo fundamental: cuota mensual de 5.000 pts. y la edición anual de dos obras gráficas numeradas, donadas por algún artista miembro o benefactor para los miembros de cuota.
Las visitas a la futura posible sede exigieron pensar en obras para su adecuación. ¿Debía tener forma de galería? ¿Debía contar con bar, o incluso restaurante? Pues por experiencia se sabía que el dinero a donde más seguro afluía era al bar cercano. Por entonces se estaba gestando la Fnac, y hubo conversaciones. También nos ofrecieron otros proyectos que parecían ser más de restaurante de moda con galería aneja, que lo inverso. ¿Quién mandaría al final, el restaurante, la galería o los artistas? Las diversas partes debatían. Los artistas decían no. Los críticos, los intelectuales, los aficionados, lo mismo. Nadie quería que ninguna empresa colaboradora o concesionaria se hiciera con el poder de programación y decisión.
Las obras en el local y el contrato y gastos iniciales exigían una cantidad inicial. Vimos que cada miembro fundador debía poner, de entrada, 50.000 pesetas… Era un múltiple vértigo.
Vértigo… Al abrir una cuenta corriente, algún miembro de la “parroquia” soñó una noche que nos endosaban en el banco un tractor averiado o fraudes catastróficos parecidos y varios de ese grupo se asustaron y se retiraron del proyecto.
Otra vez fue que algunos vieron furibundos enfados en lo que era expresividad nerviosa de otros. Fueron arduos los debates acerca del nombre de la aventura. Ahítos, recurrimos al azar, y, comprometidos a aceptar lo que fuera, de algún saco manos inocentes fueron sacando letras hasta formar la palabra “Sako”. Y “Sako” se llamaría. Las actas de muchas reuniones se encabezaron bajo el nombre de “Sako”. Pero a muchos les parecía que sugería torvamente al hombre del saco. Y hubo que desistir.
Al fin, después de… “escalera de caracol”, “laberinto” y tantísimas más, Ignacio Castro pronunció la palabra “cruce”. Cruce de caminos. Y fue haciéndose el acuerdo común. Nadie evocó ni los significados cristianos ni los cruceiros, que habrían parecido inapropiados, y con “Cruce” se quedó.

IV. El bombazo

Febrero 2025

En la Entrega I se dijo que cada entrega sería enviada previamente a cada persona mencionada en ella para darle oportunidad de corregir algún error o añadir algo. Enviadas así las dos primeras, este editor recibió enseguida una brevísima nota de Manolo Quejido declinando, en general, la oportunidad ofrecida, y asumiendo que en la presente “Historia” habría falsedades.
En Febrero de 1994 ¿fue el 11? inauguración anunciada y esperada de Cruce en un local de dos pisos con amplia entrada a nivel de calle en Argumosa 28, junto al Reina Sofía, que era la clave.
Fue un bombazo. Hubo un lleno espectacular. Vinieron personalidades señeras de las artes.
Hasta última hora se esperaron ¡y llegaron! los ejemplares de una revista, de la galería, diseñada y dirigida, como los 3 primeros números, de periodicidad irregular, por Pilar Novo en la imprenta de un socio entusiasta. Era la pluralidad, la dialéctica y el empuje de Cruce, en papel.
El título de la exposición fue el del título de la obra de Joyce, patrón de la contemporaneidad, del experimentalismo y del arte activo en presente y “en progreso”, Finnegans Wake. Toda una bandera. Los comisarios fuimos el que esto escribe, que tradujo el principio de la obra de Joyce e instaló una larga línea con ella en la pared que recorría toda la exposición, y Manolo Quejido, cuyas habilidades comunicativas consiguieron reunir en una colectiva a 6 artistas, ya célebres promesas, cada uno en su espacio de la sala. Por orden del paseo: junto a la entrada: Mitsuo Miura, en el “patio” del techo de doble altura, Nacho Criado, en la sala del fondo Eva Lootz, arriba y hacia el patio José Luis Brea y José Maldonado, y arriba Alfonso Albacete. Todos recibirían después, en su carrera, premios y honores.
Hubo una crítica espléndida de José Luis Gallero, “Las dimensiones del abismo”. Pues sí, la atmósfera de la galería era de una casi inmaterialidad nihilista y mágica. Fue en el ABC. Lo que quizá hizo que en la partidista escena madrileña Cruce quedara decantado de ese lado de la prensa. Y El País, por ejemplo, silenciaría en adelante a Cruce, y sólo se ocuparía de él cuando algún miembro del periódico o cercano familiar allí expusiera.
El mundo artístico estaba perplejo. Hubo muchos rumores más o menos imaginativos sobre la financiación secreta de aquello, que no se la explicaban. El raro prestigio que como en un destello alcanzó hizo que pronto una exposición colectiva del Stedelijk Museum de Amsterdam prefiriera Cruce al Museo Reina Sofía. Respetables y establecidas personalidades de las artes y las letras se acercaron a Cruce y se hicieron socios encantados por el halo de estar en una barricada alternativa elegantemente presentada.
Hay quien dice que eso fue Cruce, que ahí nació y murió, en su mejor momento y mejor exposición.

V. Unas notas de Vicente Llorca

Abril 2025

Unas notas. Son unos apuntes en torno a los días iniciales de Cruce. Hace mucho tiempo y no guardo ninguna anotación, documento o fotografía de ellos.
Recuerdo unos días de intensa actividad previos a la inauguración del local. Reuniones continuas, documentos cuya utilidad ahora desconozco, y algo así como la elaboración de un programa público, una prolija declaración de intenciones en la que, imagino, figurarían conceptos como la diversidad, la iniciativa personal y la no pertenencia a ningún sistema de la cultura establecido. Esta última, intuyo, la crítica al sistema de galerías de arte, debía de ser la nota libertaria que subyacía en el fondo de tanta retórica. Para una colección de artistas y activistas varios que, también en el fondo, carecían de ninguna galería que les apoyara. Imagino.
Recuerdo tardes y reuniones y folios y notas interminables. La asociación necesitaría contar con un programa que explicara sus intenciones – incluso de cara al registro de asociaciones- y ésta fue la prolija tarea de redacción de un programa del que no recuerdo mucho. Para el que contaba con la ayuda permanente de Alicia Murría, la crítica de arte que había aterrizado en Madrid hacía poco desde Zaragoza, y que participó con bastante entusiasmo en el proyecto. Los activistas de la Nave y la familia Quejido se dedicaban mientras tanto a proyectar la reforma del local y a conseguir los permisos de apertura del mismo, tarea que, pese a la total indigencia económica de socios y patrocinadores, consiguió un éxito sorprendente, con una reforma de las naves muy bien realizada, en tiempo y sin dinero visible. No había más que cuotas de socios y algunas firmas de avales y créditos a las obras, que firmamos varios con una inconsciencia un tanto suicida.
En relación con este tema recuerdo un par de reuniones, ciertamente absurdas, que se realizaron mediante la intervención de la también crítica María Antonia de Castro. El proyecto estaba en marcha, el alquiler del local inmediato al Reina Sofía, las obras de reforma del mismo; un entusiasta proyecto d exposiciones, publicaciones y conferencias; pero todo ello chocaba con un obstáculo insalvable, fuera cuál fuera la iniciativa. Con qué dinero se iba a hacer si, al contrario de la actividad particular de cualquier galería o entidad pública, todo lo que allí se había reunido no era sino un grupo animoso de artistas y eruditos varios sin ninguna entidad que les apoyara. Yo tuve una primera reunión con una joven asesora financiera, que me presentó María Antonia, y que vino a decirme que todo esto era muy sencillo y que no había sino que buscar financiación. Pero no me dijo dónde ni cómo se conseguía la tan sencilla subvención. Al poco hubo otra reunión multitudinaria, esta vez en mi casa, en donde un atildado experto en estos temas nos escuchó con cierta condescendencia y aseguró a continuación que todo era tan simple como pedir una financiación a quien correspondiera, ignorantes todos nosotros del mundo moderno. Pero de nuevo nadie indicó cuál era el lugar de tanta sencillez, ni quién iba a pagar aquello y, después de haberse bebido el vino y comido los canapés que guardaba en casa, la reunión se disolvió, el sobrado asesor marchose por la puerta y nadie volvió a hablar de reunirse con semejantes expertos.

Si la proyectada asociación iba a tener unos fines de ilustración, más allá de la inauguración de un mero local de exposiciones, era evidente que toda muestra iba a contar con una retórica que la remitiera al mundo del discurso, de nuevo. Es por ello que, de nuevo sin dinero, se preparó un texto que acompañaba a la inauguración del local, una especie de manifiesto inaugural. Y una modesta revista en cuyo primer número, recuerdo, aparecieron anotaciones de Fernando Carbonell, Mitsuo Miura, Nacho Criado, Alfonso Albacete, Manolo Quejido y yo mismo. Con el tiempo por la revista pasaron los nombres de aquel momento. Como José Luis Brea, Ángel Gabilondo, José Lebrero Stals, Ignacio Castro, Miguel Cereceda et alt.
La inauguración del local, con obras de Mitsuo Miura, Nacho Criado, Alfonso Albacete, Manolo Quejido y no recuerdo quién más, fue un éxito que sorprendió incluso a los promotores del evento. Todo Madrid pasó por allí. La segunda exposición, que organicé yo con obras de Ángeles San José, Pilar Insertis, Rafael Zapatero y Manuel Sendón, en torno al tema del realismo que me ocupaba por entonces, no fue tan multitudinaria, pero así y todo la gente acudía todas las tardes al nuevo local, cuya existencia insólita se había difundido por una ciudad que vivía en efervescencia todavía.
La inolvidable Sandra Rodríguez había pasado a formar parte del paisaje diario del local, y con ella y su dulce entusiasmo, una colección de personajes que surgían de algún lugar de la ciudad y que pululaban por la asociación – hasta el punto de que resultaba normal cerrar por fin aquello a las tantas de la noche, mucho más tarde de cualquier horario habitual, que no sé si existía. Alguna noche, cuando por fin se habían terminado las visitas, hube de acompañar a Sandra, que no se quejaba, al barrio donde entonces vivía, Lavapiés, particularmente sórdido en aquellos días. Otra noche, asombrosa, el local se había llenado con un público insólito que había acudido a una charla taurina organizada por el escritor Jorge Laverón con toreros y críticos varios, y que se quedó bebiendo y charlando por las escaleras de la sala hasta la madrugada. Aquel público nunca volvió al lugar, pienso.
Cada vez que recuerdo el local lo recuerdo de noche: una noche que entonces en Madrid era habitual. Conferencias, reuniones, discusiones, visitas y vinos en el bar de la esquina.
Luego, en algún momento, empezaron a programarse las primeras exposiciones del grupo del pintor Manolo Quejido, familiares y protegidos. Yo advertí en una agitada reunión pública que para abrir un espacio particular para los artistas de la familia no había hecho falta tanta retórica. Y que el prolijo discurso de la marginalidad en realidad se convertía en una búsqueda de galería para los que no tenían acceso a ellas. Escribí una carta de dimisión al poco, abandoné por completo toda relación con la secta y allí terminó mi historia con el agitado proyecto. Del que únicamente recordé luego que se salía de noche del local – de madrugada terminó alguna reunión en mi casa para preparar qué texto o qué actividades- y que amigos comunes me habían advertido, tiempo antes, de los peligros de trabajar con cualquier secta ya establecida.

VI. Como pollo sin cabeza

Mayo 2025

¿Como pollo sin cabeza? En un numero de la revista Cruce, el primer presidente, Vicente Llorca, observó agudamente que en Cruce había una búsqueda de inmediatez. Entre artistas y público, textos y significados, acción y recepción, vida y arte… Eliminar intermediarios y mediaciones. Y en la entrega 5 de esta Historia General de Cruce, el mismo Llorca señalaba una nota libertaria bajo la abundante retórica.
¿Podíamos haber fundado Cruce al margen de la ley? ¿Sin nombre? ¿Sin personalidad jurídica? ¿Sin presidente? Pero se aceptó que tuviera la entidad jurídica que nos pareció mínima: asociación cultural, con los estatutos mínimos. Y en ellos una Junta directiva con presidente, secretario, tesorero y vocales. Y se nombraron.
Para muchos aquellos cargos eran pura oficialidad sin contenido. Durante cierto tiempo yo hice las funciones de secretario, redactando actas de reuniones, aunque se me había nombrado tesorero. (Alguien dijo con ironía sarcástica que ¡una asociación en la que Fernando es tesorero merece toda mi credibilidad!). Y Marysol García, nombrada secretaria, ejercía con eficacia y eficiencia muy desde el principio la minuciosa labor de tesorera, y hay que decir que, en primerísimo lugar, a ella se debe la existencia de Cruce… hasta que salió de la asociación cuando el cisma Quejido.
Aunque no se creyeran ni cumplieran los nombramientos, existían. Y no es de extrañar que pronto, el más arriba citado primer presidente dimitió y salió de la asociación por las razones que en sus notas de la entrega 5 apuntaba. Razones que conectan su cisma Llorca con el cisma Quejido sucedido 15 años después.
Las cuales razones, en la consideración de Cruce como “isla o balsa a la deriva” (entrega 2) a la que llegaron y de la que salieron grupos diversos, quizá esa salida de Vicente Llorca representó la crisis entre artistas y críticos.
El entusiasmo inicial hizo creer en la superación y armonización de las diferencias entre sus diversos grupos. Hubo un sonado ciclo de conferencias y debates entre artistas (Luis Gordillo y Antón Patiño), pensadores (Jorge Alemán e Ignacio Castro) y críticos (José Luis Brea, Fernando Castro, Vicente Llorca y Luis Francisco Pérez). Y… no fue posible.
Lo que no quita que siguiera habiendo críticos y artistas en Cruce y confrontando sus ideas y obras hasta hoy mismo. Recuerdo a Miguel Cereceda o a Cármen Bernárdez, por ejemplo, en el papel de críticos.
Pero aquella primera presidencia, de un crítico, fue sustituida por un pensador: Ángel Gabilondo.
Con éste fue la presidencia más límpida y puramente acéfala de la historia de Cruce. Que recuerde, ni una sola vez asistió a las juntas directivas. Había comprendido el papel oficial sin contenido de los cargos y, con confianza en el funcionamiento de los informales dirigentes y asentando la presidencia en su vaciedad, mantuvo elegantísimamente su distancia. Colaborando muy activamente, sin embargo, en las tertulias filosóficas que empezaron entonces a bullir fecundamente, en la que filósofos, psicoanalistas y artistas debatieron intensamente hasta que sus círculos pensadores fueron siendo renovados y sustituidos por otros.
No fueron así las demás presidencias. Unas… “presidencialistas”, otras dando paso a todo un grupo de presión… En la presidencia de otro pensador, Isidro Herrera, se planteó, en ciertas actividades, la idea y fenómeno de Acéfalo, la revista ¿surrealista? ¿anarquista? de Bataille, idea y sombra que siempre ha sobrevolado Cruce.


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